
Cuando pasas por mi calle,Llorona
Las piedras que vas pisando
Al drede las voy volteando,Llorona
Pa`que no las pise nadie...
(…)Te quiero porque me gusta,Llorona
Y porque me da la gana
Te quiero porque me sale,Llorona
De las entrañas del alma.
LA LLORONA- OSCAR CHAVEZ
La semana pasada mientras tomábamos un sabroso café nocturno escuché repentinamente de su boca: “Dicen que por aquí pasa la llorona”- me lo dijo con toda esa seguridad… ¿Cómo podría yo dudar de las palabras de mi madre? , pero en esta ocasión no hice mas que reirme y decirle “loca”, en parte porque su comentario contrastaba con nuestra charla y porque faltaba 1 hora para la media noche; asi es como trabaja el subconsciente, dices “no, no” y después comienzas a convencerte a ti mismo…
Yo no sé cual es el grado de omnipresencia de ésta fémina, tanto tanto, que recorre la totalidad de las calles de las ciudades y pueblos mexicanos. Mis encuentros con La llorona han sido en cada pueblo a donde voy, en cada rio, lago o regadera, incluso a mis ocho años recuerdo haberle temido al punto que me bañaba con la puerta abierta, y mientras hacía mis cantos-bailes habituales todos podían presenciarlo, el temor superaba por mucho a la vergüenza.
Todos poseemos nuestra propia llorona: la indígena que llora por su pueblo antes de la llegada de los españoles, la viuda que ahoga a sus hijos, la que llora por sus huérfanos, la que se quedó vestida y alborotada para su boda, la que fue infiel, la del rio, la del lago, sin o con cadenas, pelo largo negro y un vestido de novia blanquísimo y enteramente distinguible a la luz de la luna… todas las lloronas son verdad.
Mira que la llorona aparece en varios relatos de sacerdotes en los primeros años de la conquista de México, fue un invento, un terrorífico control mental de la iglesia para mantener a la población guardada en sus casas después del toque de queda y evitar así una posible movilización contra los españoles. Y asi comienza la llorona a rondar por las calles empedradas, y su voz atraviesa desde entonces las gruesas paredes de adobe.
Pero, esta cara descarnada no se le teme, mi llorona habita en el corazón de México, es la muerte que nos atrae, aquella de la que nos reimos, nos causa fascinación e intriga saberla en nuestra calle de madrugada, arrastrando cadenas …¡Ay mis hijos! Mientras tú te cubres con la sábana. porque ahí sí, si la ves: o te mueres o quedas loco. Y yo? Loca por verla.