Tengo antojo de escribir mis palabras favoritas, armar una oración que, letra a letra, las conjugue todas: "estoicismo", "magenta", "alma", "maracuyá", "empoderamiento", "tú"; que describa de manera simple el gusto de una joven de 22 años en éstos tiempos modernos, para en el futuro -con suerte- ser leída por algún extraño desinteresado, salvándome así del común denominador vacío y superficial.
Te preguntarás qué de profundo tiene "magenta"; bueno, no es lo tangible de lo que hablo, sino la representación que encierra. Como el día en que creí haber encontrado el amor de mi vida porque aquel niño secundariano conocía las tonalidades exactas de las siete letras.
No es algo tan profundo, a veces me gusta la sílaba tónica, o mi voz chillona tratando de aportarle dureza a la palabra, otras es sólo por el acento abusivo que se derriba sobre las "a" y lo bien que congenian unas letras con otras; te lo digo, se trata de cosas simples pero trascendentes.
¿Imaginas elegir dentro de la inmensidad del lenguaje apenas un conjunto que deberás usar el resto de tu vida para referirte a todo? suena abusivo, pero es la realidad para aquellos que no se molestan en desbaratar un texto. En cuanto a los demás, bueno, a mi me encantaría que todo partiera de tú; al final de los tiempos ninguna historia se habría trazado con tanta sensatez, pues inherente (otra de mis favoritas) estarías abarcando todas mis realidades. Sí, realidades.
domingo, 8 de diciembre de 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)