martes, 24 de septiembre de 2013
Auxocromo
Y decirte, mi niño, que el cielo amaneció de nubes abiertas, con indiscretas pinceladitas multicolores. Que el aire mece, el viento pesa, y que a primeras penas, entinta tu imagen en mi.
sábado, 21 de septiembre de 2013
Yo no puedo tenerte ni dejarte
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo y en sospecha,
y quien da la mitad, no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo,
sabe que estoy haciendo la deshecha.
SOR JUANITA INÉS
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Hecho raíz (sí, con H)
¿Nunca has entrado a un espacio
ajeno y has sentido todo completamente extraño y descuadrado?, ¿Las distancias distorsionadas,
el sillón incómodo, el ambiente saturado e incluso los colores indefinidos?.
Pero al pasar un mínimo de una hora ahí, los sentimientos dan un giro, (eso sí,
imperceptible): conoces con exactitud la distancia entre ti y el baño, un
sillón o una cama muy confortable y hasta podrías nombrar la diferencia entre
el beige número 3 y el hueso de las paredes.
Pero ahora, cuando no sólo es
una habitación sino una ciudad entera a la que hay que acostumbrar el cuerpo y los
sentidos, todo se complica, no sólo porque hay que agudizarte para interiorizar
lo más pronto posible todo, también porque está sobreescrito que habrás de
dejar atrás espacios ya digeridos. De entrada la capacidad de asombro nunca la
pierdes, los ojos pueden derramarse en el descubrimiento de las cornisas de los
edificios, en el físico de las personas, en la nomenclatura de las calles o en
la ubicación de los bares.
Pasados los momentos perdido en
el centro (donde todo es igual) y buscando la ubicación del sol para encontrar
tu norte referencial en el “sí, soy de allá”, no pasarán más de 7 días para que
logres abstraer un mínimo de supervivencia. Entonces sí, abrirás la puerta del
departamento y respirarás algo que ya conoces, las tazas y platos se parecerán
a ti, el sabor del agua de la regadera ya no será tan ácido, el número de calles que caminarás para llegar
a tu destino parecerá normal e incluso las personas que cruzas en los bares los
viernes simularán tus amigos.
Las caminatas, las risas, las
experiencias , y llegará el momento para irte (o volver). Si logras dejarlo
todo y regresar a tu espacio anterior con sólo una mochila cargada de alegría,
entonces no has aprendido nada; si en cambio, das el último paso sintiendo que
has dejado parte de tu esencia en aquellas tazas despostilladas y en las bancas
del parque, entonces habrás echado raíz. Como si el alma se partiera en
trocitos y se esparciera en cada esquina
donde reíste al descubrirte pleno y feliz.
Digo que instintivamente
es fácil apropiarse de los espacios, pero al partir no tienes porque
desprenderte y arrancar de tajo el recuerdo de aquella puerta azul. No olvidar
que el beige era número tres y que te llevaba quince pasos y una media vuelta ir al baño, será la razón perfecta para ir a
visitar el alma y regar tus propias raíces.
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