La existencia resulta a veces tan insignificante, vacía, efímera, deliberadamente desaprovehada que nos olvidamos de todo lo que hay fuera de nosotros - entes-.
Y así como es, llega un fue. Caminas un día entre Carlitos y los angelitos, pudiendo rastrear entre el polvito panteonero los momentos en el pasado en que dejaste de vivir por tristeza, soberbia o ingratitud... y no es hasta ese instante cobarde, que eres capaz de hacer pacto y trueque con la Catrina: suspiro por respiro; todos aquellos que dejaste de dar para regalárselo a cualquiera de esos bebitos y obsequiarles un mínimo - o máximo según tu grado de desperdicio- de felicidad eterna.
Desde el alma, una disculpa a los angelitos por el tardío descubrimiento.