
Ya no eres más risa de mañana; renaces de la noche y eres luna flagelada.
Reconstruyes todos los espacios aprendiendo a respirar, exhalas los placeres y succionas de la atmosfera la serenidad.
Inherente un suspiro ácido te brota de los dientes, peligroso se traslada en lo sombrío por entre los motores de los carros, con los ladridos de perros, de prisa por las líneas blancas de las calles; viaja de polvo a cable y de cable a poste se suaviza entre la marea de luz. A paso inconsciente negocia con los objetos, atravieza la pared y como aura acalorada me toca la planta del pie, se cuela entre los dedos, en el pequeño espacio de piel y uña, penetra por mis arrugas ciñendo mi anchura de vientre a corazón. Lo aligero con mi sangre y ciertamente sabrás ya no es ácido, se ha transformado entero en aliento verde de lluvia, se ha clavado en mi lengua como cítrico y me escalda, suavecito y pasajero, hasta el quinto sueño.
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