sábado, 31 de diciembre de 2011

2011: MULTUM IN PARVO




Éste no es un año más que se me va, son mis cuatro estaciones de mayor aprendizaje y cambio individual: viajé, marqué mi piel, cambié mi color, conocí viejas personas y algunos cabellos que se desprendieron rondan por algún lugar. Aprendí que la paz y el amor interior existen cuando logras deshacerte de todo aquello que intenta frenarte y de todos los que no se dan el día para tratarte. Conocí además mis lados tranquilos y por su parte el alcohol cumplió su labor en mi. Descubrí mis facetas heterogéneas que me forman en virtudes y desaciertos. Profundizé en lo equivocado y rico de sentir la soledad y en lo maravilloso de la buena compañía; que al final la risa y la alegría me encontraron y que un otoño puede trascender todos los tiempos.
Digo que el 2011 me dejó hambrienta de compartirme, de metas, de lugares por conocer y cosas que experimentar. Quiero luz y un vuelo libre, quiero buscar sin importar lo que encuentre, porque a saber: lo mas maravilloso y rico de la vida se encuentra depositado en cosas simples y pequeñas.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cuando me convierto naranja...

Ir al beis es una experiencia nueva cuando se trata de observar con detalle los espacios y las interacciones durante el juego; hace mucho que extravié mi vaga pasión por los Naranjeros, no sé si fue perdida del interés o si en realidad nunca me gustaron lo suficiente, a excepción de “el venado” un jugador esporádico que nadie recuerda pero que siempre me provocaba una emoción repentina en las dos últimas entradas. En mi última visita reviví las anteriores y descubrí además cosas no nuevas, sino que estuvieron siempre allí esperando un grupo de estudiantes que las notara y tratara de describirlas.
Dicen que Sonora es beisbolero, pero yo pienso que está dicho y hecho por pura inercia –de los dientes para afuera- basta con ver los alrededores de la ciudad en donde reinan las canchas de futbol y básquet sobre las de beisbol en un 10 contra 1.
En una tarde domingueramente rosa y con buena compañía me dirigí al Estadio Héctor Espino, por cuestiones de tráfico –que el reciente puente de enseguida no puede resolver- y de estacionamiento –que bien resuelve el Wall-Mart de enfrente- llegué empezada la segunda entrada. Las personas que cruzaron-corrieron el solidaridad para llegar al estadio a pesar de portar unas grandes chamarras y gorras alusivas al equipo –a las 5 de la tarde sin frio ni sol- no mostraban el mínimo interés por apresurar el paso para evitar perderse parte del juego, incluso llegamos todos tranquilamente a comprar los boletos en donde la fila no escaseaba a pesar de que estaba por empezar la tercera entrada. Ahí los compradores – con excepción de esta servidora- conocían bien donde deseaban sentarse; “7 para el lateral derecho, en medio” dije, y si no fuera por que ya conocía el precio, me hubiera molestado tanto el saber que 4 asientos a la izquierda del mío más un cerco se reducía en un 50% la tarifa.
Los nuevos boletos son supersónicos se les acabó lo naranja, plateados con amarillo parecen entradas para un concierto, además al entrar, después de darle una checada a tu bolsa no para saber si traes armas sino para quitarte sabritas, sodas, agua –excepto cacahuates-, pasas el boleto por una maquinita manual que hace un “pip” y una persona después le corta una pestaña, ¡pero que lio para entrar!. Nada parecido tiene a un juego amateur, donde te estacionas regularmente en grandes solares y después de atravesar una nube de polvo te sientas cómodamente en el lugar donde está el apoyo de tu equipo o más bien, donde está ese conocido tuyo al que echarás porras.
El estadio verde como siempre, adornado con naranja y unas grandes rampas para subir con la retaguardia sobre-exhibida; si subes por el camino adecuado no tendrás que pasar por el centro que está repleto de tiendas de comida: quesadillas, nieves, burros, pizza, cerveza y todo lo que se derive, además de unas banquitas y unas pantallas para que no pierdas un segundo del partido mientras sacias tu apetito; pocos son los que voltean a verlas, al menos que sean momentos cardiacos del juego. Me pregunto yo: ¿por qué pagar de 35 a 200 pesos en un asiento que no ocuparás por estar en el bar viendo el juego?.
Pasas por la grande fila del baño (a pesar de que hay muchos inodoros) y te ruegas recordar no tomar suficiente líquido que te exija ir. Otra rampa y visualizas el estadio, grande y verde, un espacio para discapacitados y puesto tras puesto de comida. Para llegar a tu asiento te guías por las letras casi invisibles de los escalones hacia abajo; si la vista de tu asiento no te convence -mas si eres un inexperto para comprar boletos- haces lo que todos acostumbran: te cambias a otro lugar, pero siempre a la expectativa de que llegue el propietario y te mueva, y así sin vergüenza- porque es rutina- lo haces.
Ya instalado cualquier cosa puede distraerte, los vendedores que se pasean entre los asientos: los de tecate que resulta casi un lujo llamarle, el pípila con chocolate caliente, sabritas, duros, palomitas, manzanas, pan, cacahuates y hasta salchichas preparadas que ya llevan a tu asiento. Los que hacen rifas –que realmente desconozco la dinámica al igual que el gringo que recibió burlas de la gente al ganarse la jersey con sus “oh oh, ok ok”-, tatiana que se pasea por todo el estadio pintando naranjas negras en las mejillas, banditas para la cabeza, etc. “Pura gastadera” escuché de una señora.
Mientras el estadio se va tupiendo de basura en los pisos, el juego continua y la afición distraída como siempre, aplaudiendo cuando los demás lo hacen, por pura inercia y sin saber porque lo hacen. ¿Dónde queda la pasión para apoyar el equipo, tal como en el sur de México se desviven por el futbol en los estadios?, ¿Tendrá que ver el hecho de que han tenido una temporada mala?, si fuera así ¿porque seguir asistiendo desinteresadamente y además de ello portar el logo en una camiseta o una chamarra?.
Cada que anuncian a un jugador ponen una canción diferente (que él mismo elige), cheras, no tan cheras, bailadoras, y brincadoras, pero con este gran cambio ya no se conoce a ninguno, al menos a Durazo al que se evita abuchear por sus constantes fallas. El juego continua y la entrada semi-cardiaca es hasta las tres últimas donde se ve una atención parcial, personas de pie, otras aplaudiendo y otras preguntando ¿Qué pasó?, ¿Eso que significa?, ¿ya perdieron?. Ni que hablar del marcador, que solo la gente conocedora puede decifrar. Los abucheos al equipo contrario y al propio, y no falta el “¡ampayer chivo!”
Las cosas son mas sencillas en un juego no profesional, llegas y te sientas donde está el apoyo del equipo, en un espacio no cerrado y con unas cuantas gradas, no tienes la presión de la mercadotecnia sobre ti y además pones atención en el juego, todo es mas familiar y el publico regularmente se conoce entre si. Las porras sinceras y atentas, menos los niños distraídos que juegan por ahí. Risas, porras y aplausos, un ambiente que se percibe mas directo y sinceramente te sientes mas conectado con el juego y los jugadores. Te evitas la fatiga de tener que comprar una camiseta y te limitas a echar en una bolsa las botanas que consumirás durante el juego. Al final, después de unas cuantas groserías y abucheos, todos terminan casi contentos y juntando la morraya para pagar la renta del lugar o al ampáyer.
En el estadio las canciones tradicionales para el público, esas donde mueves el brazo, te sientas y paras o golpeas el piso con los pies, las lanzan todas juntas, pero la afición responde y le divierte después del monótono juego. La pantalla donde aparece repentinamente el público ahora es de protagonismos y solo aparecen muchachas guapas, ya no es como antes que exponían derrepente a alguien haciendo una graciosada, festejando y hasta los que hacían que se dieran besos.
De cuando en vez aparece un Beto coyote que hace reír a unos cuantos, pero que sigue siendo la expectativa de todos aquellos despistados, unas bailarinas sexys o la entrega de premios pero dirigidos solamente para el publico central, ya que la mala calidad del audio y de la pantalla imposibilitan una buena recepción. Todo el estadio esta compuesto por una división elitista, los centrales y los palcos no se comparan al área de bleacher a excepción de la tecnobanda y la fiesta de éstos últimos. Resulta también elitista adquirir las gorras o jersey alusivas al equipo, a excepción de algunos aficionados en los laterales.
Creo haber visto a Hector Espino dentro del estadio, justo enfrente de los “números legendarios” con 3 espacios por llenar (no esta temporada), y enseguida de los promos y muchachas de la bimbo y la coca cola.
Tal como dijo un niño en el baño “los naranjeros están ganando pero nomas juegan con nuestros sentimientos, ahorita van a perder”, a mi parecer las personas hemos perdido en cierta medida el gusto y el amor por el equipo, la identidad se refleja solo en la tecate que todos toman, pocos saben porque el símbolo es una naranja y solo se recrea cada juego un espacio de fiesta y distracción social.

En resumen, volveré cuando sea a causa de una invitación y no a lateral, donde seguro es no me extrañarán

domingo, 6 de noviembre de 2011

pendiente

Podría pedirte que me evites en los mitos y me alucines ... que desde aquí se va aclarando un espejismo de tus formas en lo venidero.

Podría pedirte que me evites prescindir de ti

jueves, 3 de noviembre de 2011

A mi las calaveras me pelan los dientes...



Entre las preguntas de una niña curiosa de 5 años de porqué los pájaros vuelan o porque el cielo es azul, recuerdo en una ocasión haber corrido y asaltado sorpresivamente a mi mamá: “¿Por qué el pan de muerto se llama pan de muerto?”; ella con toda esa sabiduría maternal respondió: “porque está hecho de polvos de los muertitos del panteón”. Yo no supe que responder, no podía más que imaginarme como los panaderos del ley se paseaban por entre las tumbas con pequeños recogedores y escobitas diciendo “Buenas noches, con permiso, con permiso”, ¿no les dará miedo?, ¿les jalarán los pies en la noche?... ¿será que en una de esas me comí a mis abuelitos?; lo último que tuve en ese momento fue asco, pues aunque ese pan sepa a papel es imposible dejar de pellizcarlo y entre trozo y trozo chuparse los dedos por el azúcar que se les queda adherido.


No tengo recuerdo de haberme disfrazado para halloween más de tres veces, pero sí de haber comido pan de muerto con chocolate abuelita (ahora soda con hielo) año con año. Se de personas que no tragan el 31 de octubre, fuera de los disfraces y los dulces “son cosas del diablo” pero si nos extraemos de nuestro entorno y nos visualizamos desde afuera… ¿Qué cosa mas terrorífica hay que un pueblo entero festejando la muerte?.


El mexicano, rie, llora, se indigna con la muerte y la ridiculiza; la sufre una vez y la goza un dia cada año.


Le construye altares, la divulga en murales y fotografías, le compone canciones, corridos, poemas y calaveras literarias.


A la muerte se le tiene amor,¿ que mas prueba de ello que el dedicarle un día festivo y la creación de una catrina para engalanarlo?


No hay nada mas vivo que el dia de muertos, los panteones se convierten en festines coloridos: flores, veladoras, rosarios y cantos; gentes paseándose y nocturnando entre las tumbas, loterías y barajas, platicas apasionadas y fotografías; una botella, unos cigarros; las comidas favoritas para que el pariente cuando llegue no pase hambre, tamales, café y un menudito para el frío; buen festín es el que se dan al siguiente día los vagabundos de los alrededores, no hay bronca si les jalan los pies.


Fantasmas ¿Cuál miedo?, todos esperan una pequeña manifestación de aquel que extrañan. Delante de las tumbas, los altares y las fotografías no esperan las resurrecciones ni un Lázaro caminando, quieren escencias, ruegan presencias que los tranquilicen, una señal que les indique “aquí estoy, aquí te espero”.


El mexicano le alza un altar a su ser querido, que es mitad amor mitad muerte, son inherentes. Pero que re-chulo monumento! Flores, dulces, cañas, naranjas, pan, veladoras, botellas, juguetes y papel picado distribuido en tres pisos. Digno de apreciación.


Supe una vez de una persona cercana que puso en su congelador al perro muerto de su marido, hasta que éste ultimo volviera y lo viera por ultima vez lo hiba a enterrar; yo no entiendo el apego que sienten los demás al cuerpo amado inherte, tampoco llego a comprender las tradiciones en su totalidad, pero disfruto el observarlas y es maravillosamente delicioso vivirlas.


Sobre mi muerte y mi pronto renacimiento tengo mis propias acepciones… bien dice Garcia Marquez “Cada quien es dueño de su propia muerte”.

jueves, 20 de octubre de 2011

"Los que se quedan"

“Irse es rendirse, quedarse es darse,

irse es por corazonada, quedarse es por corazón..

te aviso que me quedo” P.L.


Hablar de migración es como hablar de amor o de muerte, es un tema que armoniza con todo y que decepcionantemente no tiene fin. Los peligros, las alegrías, los asesinatos y los encuentros pueden resumirse en simples cifras y porcientos anuales, pero dicho así nuestra mente nunca alcanza a llegar al verdadero centro de la realidad, a la parte humana de los números presentadas por las instituciones.

“Los que se quedan” un documental de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman, surge de esta necesidad, de un México que necesita conocerse, del deseo de compartir un retrato intimo del contexto actual, de conectarnos y concientizarnos a esta identidad que nos define.

Los directores, acertadamente, van más allá de exponer la migración como una problemática, mas bien la presentan como una forma de vida, una situación que es inherente a la cotidianidad. Todo mexicano tiene un amigo o un familiar que se estableció de manera ilegal en Estados Unidos, que lo intentó o que tiene planes de hacerlo; todos desean contar sus experiencias, materia difícil, pero dentro de toda esta gama de familias, Rulfo y Hegerman eligen núcleos representativos de esa totalidad para explicarla.

Por un lado los niños en un salón de clases que visualizan en Estados Unidos la estabilidad económica y dejan fluir su diminuta ambición, detenida apenas por un arraigo a su tierra. Una mamá con sus hijos, que si bien no viven en condiciones extremas de pobreza, carecen de muchas cosas y esperan luz verde para ir a reencontrarse con el padre y reiniciar una vida del otro lado de la frontera. Una familia clase media en la que el padre espera unos meses para irse a trabajar, pues su falta de estudio, le imposibilita tener un trabajo con el que pueda mantener un nivel estable de vida. Un padre que cruzó para dar oportunidad de estudio a sus hijas, pero que después de algunos años, el amor y la necesidad lo regresan a su familia. Los hijos que se van y regresan y aquellos que tienen en Mexico una casa recién construida que espera ser habitada. Tambien está aquel señor que no pudo cruzar y dice “los que se quedan no tienen nada” , al mismo tiempo que critica a todos aquellos que se bañan de la cultura norteamericana y a medio camino se avergüenzan de su tierra.

A pesar de ser un documental financiado por una institución, el discurso no està determinado por ella. De una manera “light” se deja ver el origen de la problemática: la falta de empleo en nuestro país, una situación que nos arrastra a todos; de una manera leve se expone también los peligros que representa irse y quedarse, muertes, asesinatos, violaciones; ningún lugar es seguro para vivir, pero cierto es que buscaremos establecernos rodeado de aquello que nos defina y nos identifique, ya sea nuestra familia o nuestra tierra.

Es fácil visualizar en los actores a un primo, un amigo, un hermano que vive la misma situación, son ello los que llegan y te inundan el pecho y remueven los sentimientos reprimidos, las emociones que no se sienten con los porcentajes del periódico y la televisión.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Advirtiendo


Y así, sin premeditaciones ni futuros próximos, TU SER me recuerda al viento, justo al que agita, el que mece…

domingo, 2 de octubre de 2011

Ahí viene otro 68...


Cuarenta y tres años han pasado desde la matanza brutal de estudiantes en Tlatelolco y octubre con octubre México experimenta una indignación y un repudio hacia el gobierno, pero solo por un corto tiempo, pues al momento olvidamos que esa libertad de expresión sigue opacada por cuerpo político individualista. ¿Dónde dejamos entonces la justicia para los miles de detenidos y asesinados?, ¿Dónde queda la permanencia de la lucha por nuestros derechos?.

Si bien, sólo recordamos el acontecimiento cuando vemos que más se acerca el 2 de octubre- tal como éste pequeño párrafo lo hace- el contexto actual nos remite –disculpe usted- ni mas ni menos que a la repetición de la historia. ¿no lo cree?, solo hace falta voltear los ojos a los juegos Olímpicos próximos a celebrarse en Londres y los jóvenes en pleno alboroto, a las manifestaciones en Chile, Colombia, Haití, España, Xalapa, Michoacán, Yucatán, Baja California, Ciudad de México, etc. Ya sea por la defensa de derechos de estudiante, libertad de expresión, cuotas, tarifas, los jóvenes como dicen por ahí “ya traen prendida la mecha”. Y si siente usted que 43 años bastan para sentirse desprendido de tal acontecimiento, basta con revivirlo sólo prendiendo la televisión o poniendo tres palabras sencillas en su buscador de internet.

Cada vez se siente más, se vive más cerca, tanto así que jóvenes y no tan jóvenes sentimos un apego a la lucha y no por solidaridad, sino por bendito instinto. Los gobiernos como auténticos represores, siguen tercos, pero el estudiante como fiel revolucionario seguirá la lucha sepa usted hasta cuando.

viernes, 9 de septiembre de 2011

"Me saliste más cabrón que bonito"


En campaña, los candidatos nos saturan de promesas y proyectos por cumplir, se muestran a si mismos como parte de nosotros simples mortales y nos exponen abiertamente sus ideales de cambio y revolución; pero ¿Será acaso que nuestros políticos sufren algún tipo de amnesia al tomar su cargo?

Tomemos el ejemplo simple de Juan Vargas en “La ley de Herodes”, quien en un principio propugnaba sus ideales revolucionarios, defendiendo el lema de Miguel Alemán “modernidad y justicia social” y se rehusaba a formar parte de una corrupción enmarañada y meticulosamente formada mucho antes de su llegada al poder. Pero al darse cuenta que el sistema funciona de tal forma -si no las cosas no circulan- y que “el que no tranza no avanza” comienza a integrarse al procedimiento habitual de la Ley de Herodes; tiempo después se deja llevar y rompe todo limite de esa “corrupción controlada” para obtener beneficios para si mismo y dejando de lado y pisoteando a la sociedad, la iglesia y hasta al mismo gobierno. ¿Será entonces que un corrupto nace o se hace?, es decir, ¿se puede culpar a esa ambición natural que todo ser humano poseemos o el individuo se ve en la penosa necesidad de tener que adaptarse obligadamente a éste círculo para no quedar fuera?. La pregunta se queda al aire, porque hay siempre de todo un poco: aquel que corrompe el poder y aquel que se queda “flojito y cooperando”.

Por mi parte no meto las manos al fuego por nadie en esta permanencia de añales de la politica mexicana; un individuo es libre de hacer lo que quiera, como digo siempre : “cada quien sus nalgas”, pero que no la chinguen y se quieran cagar arriba de todos nosotros.

Habrá que esperar con mucha fe y excesiva esperanza a aquel gobernante que se prive de las pasiones humanas y se mantenga firme ante cualquier situación que quiera desguanzarlo, en beneficio de nuestra sociedad.

martes, 6 de septiembre de 2011

“Si se portan mal los voy a llevar al mercado a que los hagan chorizo”


Al Mercado Municipal de Hermosillo le pasan los años en balde, más allá de una manita de gato a la fachada y una pintadita beige que le dieron hace poco tiempo, se resiste para conservarse a si mismo; los olores, los pequeños puestos con muebles viejos, las barras de azulejo desgastado y las mismas personas concurriéndolo preservan su esencia.

Por fuera entre la “Parisina” y el Mercado se encierra una pequeña plaza con bancas, maceteras y una fuente verde con el agua estancada; ahí los ancianos, en su mayoría hombres de sombreros vaqueros, se sientan a pasar la mañana o la tarde platicando con desconocidos pero siempre coincidiendo entre si en épocas, lugares y sabores que los hacen conectarse y entablar conversaciones de horas y horas, al final del día serán amigos y tendrán suerte de concordar en su próxima visita. Los rodean la señora de los chiltepineros a 10, los peatones, la señora paletera en minifalda y los curiosos que se detienen entre paso y paso a analizar la convivencia familiar. Con cuatro relojes coronando el edificio y unas letras con el estilo de cualquier centro histórico; alrededor están las mercerías en las que no cabe un listón más y que huelen a popurrí, las joyerías y tiendas de bisutería donde compras lo que no necesitas. Puedes ingresar al mercado por cualquiera de las 8 entradas, depende si quieres comida, café, carne o verduras. Las barras de azulejo del café “Elvira” o “La Colmena” siempre llenas, pero vale la pena por el rico menudo, el pozole, los tamales, molletes, quesadillas o el café colado a cualquier hora del día y sin importar el calor infernal de la ciudad, unos abaniquitos bastan y sobran. Los vendedores de comida te asaltan con sus invitaciones (aunque no quepa un alma más sentada) a tal grado que te hacen sentir obligado a comprarles, y no hay que olvidar que ahí adentro hasta la personas morenitas como yo somos güerita y güerito ...siéntese!.

Te adentras y encuentras al medio puestos de verduras y frutas, de comida, carne y pollo colocados a la intemperie; ahí las señoras que viven alrededor van a hacer sus compras para la comida diaria y seguro es que se olvidan de las medidas de salubridad y de la leyenda urbana de que durante la remodelación de hace poco tiempo hizo que salieran ratas de a montón; tal vez esas manos no tan limpias de los vendedores es lo que vuelve más rica la comida. Hay adentro quien arregla relojes, vende especies, canastas, dulces y piñatas desteñidas. La música para amenizar el ambiente que es común en cualquier supermercado, ahí adentro no hace falta, no hay quien se aburra platicando con los vendedores a los que conoces de hace tiempo de “don” y “doña” (suficiente con eso) y si tus visitas no son tan concurridas, fácil es detenerse a platicar tu vida resumida en media hora: la comida que harás, los hijos que se casan, las enfermedades y los males que te acechan. Los olores no se distinguen como individuales, huele simplemente “al mercado”.

Podría parecernos que con el tiempo el mercado se ha modificado, pero en realidad sigue siendo el mismo desde que nacimos, lo que cambia es la concepción que tenemos sobre él y los diferentes elementos que alcanzamos a apreciar basándonos en nuestra edad, nuestros intereses y lo que buscamos encontrar o aportarle. De niños por ejemplo, es siempre una pesadilla pasar por ahí, vas con tu mamá de la mano, notas como poco a poco te acercas al edificio y disimuladamente vas ensayando cómo aguantar la respiración por el mayor tiempo posible aunque eso signifique un desmayo, toda tu concentración está en cómo evitar ese olor repugnante, y ya que los pequeños pulmones no dan para más no queda otra que respirar por la boca o ya de plano taparte la nariz con la mano pensando en cuanto tiempo faltará para llegar al “aire limpio” del centro; es terrorífico cuando te toca ver como bajan esos grandes lomos de carne de los camiones y los ponen en los diablitos para llevarlos adentro, donde unos señores con delantales blancos y manos ensangrentadas los cortan con tanta fuerza, tal como un leñador descarga su enojo en un tronco de madera, lo terrorífico de la escena aumenta cuando tienes una tía como yo a la que has escuchado decir: “si se portan mal, los voy a llevar al mercado a que los hagan chorizo”. Ya que has pasado los 10 años de edad, estas completamente dispuesto a tolerar en lo posible el olor, con tal de entrar por una malteada prometida después de un cansado recorrido por el centro de la ciudad y al pasar observas atónito a las señoras gritando enérgicamente del otro lado de la barra: “pásele, pásele”, “aquí lo atendemos”,”siéntese güerita”. Después de unos 3 minutos de decisión entre chocolate, fresa o vainilla, contemplas como hacen tu malteada en esas maquinas plateadas y piensas “ojalá tuviera una de esas en mi casa”, ya servida (en una copa de vidrio que es más grande que tu estomago), das el primer sorbo y se te olvida todo olor, todo ruido ajeno y todo comienza a sentirse familiar.

Cuando pasas los 18 y eres capaz de deshacerte de los prejuicios que mantuviste por largo tiempo y no te has vuelto pipiris, entras por un café o una soda de vidrio cada vez que tienes la oportunidad; has perdido claramente el miedo.

Si ya no eres tan joven éste es un lugar para saciar el hambre y las ganas de conversar, vayas solo o acompañado puedes salir de ahí satisfecho de ambas. Si te detienes a observar, verás como sigue siendo el mismo banco café, la misma malteadora mismos olores que ahora parecen agradables y aquel señor carnicero al que temías posiblemente ahora es tu amigo. Todo parece tan hogareño y tan parte de ti.

El Mercado Municipal representa para algunos un ícono importante de nuestra ciudad, para otros es una segunda casa y hay quienes no soportan siquiera la idea de pasar por ahí ( y no precisamente solo niños); a pesar de eso nunca se le ve vacío, siempre tiene vida por dentro y fuera aportada por aquellas personas fieles al lugar.

Seguramente mi concepción ha de cambiar con mis años, pero cierto es que el Mercado Municipal de Hermosillo partirá de una misma médula y su naturaleza no sufrirá modificaciones en tanto los visitantes tenga el rico afán se conservarlo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Piérdete conmigo


Me naces de la noche, forma de luz exacta. Tus cejas irrumpen mi camino y yo me rindo como quien se cuela por primera vez en la privacidad del mar, y se inunda, y se mece, y se hipnotiza.
Desprende mi hoja del árbol seco, acartonado, y con tu soplo de marea impulsame a tu lugar, a esa inmensidad cubierta de aliento dulce y chispitas cristalinas; floreceme con tu agua de sal, sedúceme con tu arena y escondeme ahí donde solo tu sepas.
No pretendo esperarme a encontrarnos en alguna de tus siete vidas, tengo desde hace tiempo el rico antojo de reanudar mi vida. Víveme desde hoy de entre mis sueños, exísteme...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Mi encuentro conmigo

"El mejor y mas rico miedo es el que aparece después de haber agotado internet, tus libros y el refri y no te queda mas remedio que encontrarte contigo mismo; enzarzarme, entenderme, esclarecerme para comenzar a Existirme"

Expectativas



Mi destino no se encuentra en el final de los tiempos; aquí y ahora es el principio de lo tangible de mis sueños. Propuesto de manera en que necesite de los otros sin saberlo, sin pensarlo, sólo sintiéndolo. Lo suficientemente meticuloso para expandirme en mi espontaneidad, inherente siempre a mis sentidos... embarcar mi camino.

martes, 8 de marzo de 2011

La mini no es moda, es un estado de ánimo


















William: Me parece algo ...surrealista que yo te pueda ver desnuda.
ANNA: ¿Qué tienen los hombres con la desnudez? Sobre todo con los pechos. ¿Cómo pueden interesarles tanto?.
WILLIAM: bueno...
ANNA: En serio. No son sino pechos. La mitad de la población del mundo los tiene. Son para lactar. Tu madre los tiene. Has visto miles de ellos.
¿Por qué tanto lío?
WILLIAM: Francamente, no lo entiendo. Déjame ver un momento (mira dentro de la sábana y sonríe) No. No lo entiendo.
En un lugar llamado Notting Hill

Con el pretexto del día Internacional de la Mujer dejo salir solo por un momento mi sentimiento feminista y me enojo, de igual modo por un breve tiempo, con los hombres.

Temprano ayer veía una fotografía de un movimiento sesentero del DF donde varias mujeres estilizadas, piernas largas se manifestaban por las calles en minifalda y carteles que decían cosas como “para usar midi, hay que ser midi-ocre”, “la mini es anti-sexo”, “La mini no es moda, es un estado de ánimo” y muchos otros que no se dejan ver. Para ir acorde a la mañana mientras me cambiaba vi una falda mal parada que tengo hace mucho tiempo; decidí ponérmela sin pensarla mucho y sin poner atención en el espejo a mis piernas cortas y flacas, era solo un gusto que me daba. Salí a la calle y en el camino a la escuela niños, jóvenes y señores se detenían a verme pasar (no a mí, a mi falda), algunos carros pitaron e incluso alcancé a escuchar algunos comentarios raspas y ahora pregunto ¿Qué gran lio se tienen los hombres con las piernas, los pechos, la espalda?. Yo pensaba sinceramente que vivía en una sociedad avanzada, abierta en cierto sentido y moderna, hasta escuchar “sopla viento, sopla” como si este señor nunca hubiera visto unas nalgas en su vida; lo mismo para los que me conocen, si no me pongo shorts es porque no existe ninguna diferencia entre verlas en un día de alberca o de playa a verlas en plena ciudad.

Aclaro que no hablo por aquellas mujeres a las que les hace el día recibir piropos y que cuando les pitan, gritan o ven, no dejan de manifestar su gusto. Hablo por aquellas a las que nos hace sentir femeninas una falda, así como nos hace sentir un labial rosa, una trenza en el cabello o ropa interior que combina: floreada, de encaje, rosita o el color favorito. Y así como somos libres en pensamiento deberíamos serlo en acción, no debería existir un impedimento para dejar que respiren nuestras piernas, nuestra espalda o el pecho con un escote (discreto o prominente te lo dejo a tu gusto). El espacio se invade por miradas fijas y por faltas de respeto, ¿Dónde queda entonces la libertad de la mujer para vestir como quiera?.Lo mío ayer fue para seguir con mi idea mañanera, pero no siempre se necesitan pretextos, hay días en que una se siente tan bien y tan animosa que le vale milonga dejar verse las piernas flacas, los pechos planos y la espalda maltratada por el sol; habrá ocasiones en que lo haga porque se me pegue la gana y me gustaría decir que lo pensaré dos veces a la próxima que vea una falda o un vestido mal parado en mi closet, la verdad es que lo pensaré menos, será mi modo de hacer mi lucha, manifiesto mi descontento con todos aquellos comentarios que se salen de lugar por parte de los hombres desosos, urgidos y calientes.

Ahora me doy cuenta cuanto retrocedemos en cultura, será necesario que tomar la bandera sesentera nuevamente, salir a la calle y luchar por nuestra feminidad. Hasta el día en que llevar una falda o un vestido sea igual que traer un pantalón ajustado(como tantos hombres usan también) y no cause tanto revuelo en la calle y la mirada sea normal, ese día empezaré a luchar por cualquier otra libertad que me haya sido robada.

lunes, 7 de marzo de 2011

Otra vez a las andadas...















Ya no eres más risa de mañana; renaces de la noche y eres luna flagelada.
Reconstruyes todos los espacios aprendiendo a respirar, exhalas los placeres y succionas de la atmosfera la serenidad.
Inherente un suspiro ácido te brota de los dientes, peligroso se traslada en lo sombrío por entre los motores de los carros, con los ladridos de perros, de prisa por las líneas blancas de las calles; viaja de polvo a cable y de cable a poste se suaviza entre la marea de luz. A paso inconsciente negocia con los objetos, atravieza la pared y como aura acalorada me toca la planta del pie, se cuela entre los dedos, en el pequeño espacio de piel y uña, penetra por mis arrugas ciñendo mi anchura de vientre a corazón. Lo aligero con mi sangre y ciertamente sabrás ya no es ácido, se ha transformado entero en aliento verde de lluvia, se ha clavado en mi lengua como cítrico y me escalda, suavecito y pasajero, hasta el quinto sueño.